Tulum, Quintana Roo, 10 de Octubrede 2025. — Lo que alguna vez fue el paraíso bohemio del Caribe mexicano se ha convertido en un infierno controlado por el crimen y la corrupción. Tras los reflectores de playas cristalinas y hoteles de lujo, se esconde una realidad que muchos prefieren callar: los cárteles tomaron el control y el gobierno los dejó hacer.
Durante años, Tulum fue sinónimo de libertad, de bares escondidos con música en vivo, tacos junto al mar y noches mágicas bajo la luna. Pero todo eso cambió cuando los grupos criminales comenzaron a cobrar “derecho de piso”, cuotas absurdas que asfixiaron a los negocios locales.
Bares icónicos como El Clandestino o la taquería Eufemia tuvieron que cerrar, incapaces de pagar las extorsiones. “No se puede vivir así. O pagas, o desapareces”, relatan empresarios que piden el anonimato por miedo a represalias.
Mientras tanto, los pocos lugares que sobreviven cobran precios fuera de toda lógica, obligados a inflar sus tarifas para cubrir las cuotas del narco. Comer un taco o tomar una cerveza se volvió un lujo.
Y la raíz de todo está clara: un gobierno omiso, cómplice y corrupto.
1. Por no enfrentar al crimen organizado que extorsiona y mata el espíritu local del turismo.
2. Por permitir que los sindicatos de taxistas operen como mafias, imponiendo tarifas abusivas sin control ni sanción.
Hoy Tulum es el reflejo de un país donde la impunidad gobierna, el crimen manda y el turista paga las consecuencias.
Si las autoridades hicieran su trabajo —si no estuvieran aliadas con el narco ni con los sindicatos—, el visitante podría comer, beber y moverse libremente a precios justos.
Pero mientras tanto, el paraíso se hunde entre la corrupción, el miedo y el silencio.
