Morelia, Michoacán, 4 de Junio de 2025.- A sus 85 años, Carlos Slim no está bajando el ritmo; está cambiando de jugada. El hombre más rico de México y uno de los más influyentes del mundo ha emergido como el principal socio privado de Petróleos Mexicanos (Pemex), invirtiendo más de 2 mil millones de dólares en una apuesta audaz por el sector energético del país.
Lejos de los reflectores, Slim ha tejido una red de inversiones que lo colocan en el corazón del futuro petrolero de México. Primero, adquirió una participación estratégica en Talos Energy, la cual luego transfirió a su filial mexicana. En 2023, cerró un trato por 530 millones de dólares para hacerse con dos yacimientos petrolíferos propiedad de otro multimillonario. Y más recientemente, puso en marcha un ambicioso plan de 1,200 millones de dólares para explotar Lakach, un yacimiento de gas en el Golfo de México.

La suma de estas movidas ha convertido a Slim no solo en el aliado más relevante de Pemex, sino en uno de los pocos empresarios dispuestos a asociarse con la endeudada y compleja petrolera estatal. Su respaldo financiero y operativo representa una tabla de salvación para una empresa en crisis.
Para muchos, hay una extraña simetría en esta nueva etapa. Tres décadas después de haber construido su fortuna con la privatización de Telmex en los años 90, Slim vuelve a estar en el lugar correcto en el momento justo: una empresa pública con problemas, un sector sin competencia real, y un presidente que acude a él como un salvavidas.
“Es un monopolista nato. ¿Y a quién no le gusta un buen monopolio?”, bromea John Padilla, director de la consultora IPD Latin America. “Juega en una categoría distinta: tiene bolsillos profundos y sabe cuándo usarlos”.
A través de su conglomerado Grupo Carso, Slim posee una participación minoritaria en Zama, un prometedor yacimiento marino que podría aportar hasta el 10% de la producción nacional de crudo. Además, su alianza con Pemex en Lakach refuerza su presencia en el estratégico negocio del gas en aguas profundas.




