RENUNCIA MASIVA DE POLICÍAS EN HUIXCOLOTLA, PUEBLA: EL MIEDO GOBIERNA, EL ESTADO CALLA

Huixcolotla, Puebla, 4 de Noviembre de 2025.- Puebla vuelve a estremecerse con una historia que parece sacada de un país en guerra. En el municipio de Huixcolotla, todos los policías municipales presentaron su renuncia tras el asesinato brutal de tres de sus compañeros, entre ellos la comandanta Yusami Monterrosas Apolinar.

La madrugada del 2 de noviembre, los agentes fueron emboscados y acribillados en la carretera Puebla–Tehuacán. Junto a los cuerpos apareció una manta con mensajes firmados presuntamente por el crimen organizado. Fue un mensaje directo, de sangre y miedo.

Tras el ataque, los 16 policías que quedaban en la corporación decidieron entregar sus armas y renunciar. Nadie quiso seguir arriesgando la vida sin respaldo, sin chalecos, sin seguro, sin una estrategia real de protección. “¿De qué sirve portar un uniforme si el Estado no te respalda?”, se escucha entre los pasillos vacíos de la comandancia.

Mientras tanto, el gobierno estatal y federal guardan silencio. No hay pronunciamientos firmes, no hay presencia visible, no hay un plan claro. Solo queda la ausencia y el eco del miedo.

Las preguntas son inevitables:
¿Dónde está la “estrategia de seguridad” prometida?
¿Dónde quedaron los discursos sobre la paz y los abrazos?
¿De qué sirve hablar de justicia cuando los propios guardianes del orden deben huir para salvarse?

Lo ocurrido en Huixcolotla no es un hecho aislado, es el reflejo de una realidad que se repite en todo el país. Cuando los policías abandonan sus cargos no es por cobardía, sino porque el Estado los ha dejado solos frente a la violencia que avanza sin freno.

El crimen organizado no solo domina territorios, sino también el miedo colectivo. Y mientras los delincuentes se pasean impunes, armados y protegidos por la indiferencia, los servidores públicos quedan a su suerte, desamparados y olvidados.

Hoy Huixcolotla es el nombre del horror. Mañana puede ser cualquier otro municipio de México.
Porque cuando los policías se rinden, no es la seguridad la que cae: es el Estado mismo el que se desploma.

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