Más o menos periodismo. Apunte sobre la crisis de los medios en Michoacán

Por: Omar Arriaga

I

Morelia, Mich., a 27 de septiembre de 2022.- En un periódico dedicado a difundir noticias del gobierno y que de sus épocas de antigua grandeza sólo tenía el nombre, en un periódico de la capital del país, había trabajado ese joven rechonchito que recién volvía a la ciudad en que había estudiado: quería fundar un medio que cambiara la perspectiva del periodismo en la región. De esto hace algunos años, cinco o seis, pero quizá siete u ocho.

Se le hizo extraño que la faena del editor en jefe de un diario que ya no existe, ‘Cambio de Michoacán’, fuera alabada por reporteros y conocedores de los medios de comunicación. ¿Qué hace ese editor para que todos lo elogien?, preguntaba. No presenta nada nuevo; de hecho, su visión es anticuada.

El entonces muchacho suponía que en el estado nadie hacía periodismo y que venía a salvar al gremio, sin tomar en cuenta que acaso a muchos de quienes laboraban en los medios de comunicación poco les importaba el periodismo y sí en cambio esa vendimia con el gobierno que en la jerga antigua se conoce como “chayotear”, venderse, para resumirlo.

Alfonso Reyes había hablado de la juventud intelectual de Tamazunchale que, para ver las cosas bajo una óptica distinta, cruzaba la autopista México-Nuevo Laredo, con lo que aquellos autos que iban de izquierda a derecha, ahora se movían de derecha a izquierda. Así, creían estar planteando una nueva interpretación de las cosas.

Sin embargo, la interpretación no viene de lo nuevo sino de una mirada capaz de comprender el horizonte y de brindárselo a los otros. Lo primero equivale a confundir el canal de comunicación con la comunicación misma, tal como hacen quienes creen que un aparato de última generación redundará por sí solo en un mejor trabajo, sea de la índole que fuese. Como si una cámara de cine más nueva creara per se mejores películas que una usada por Ingmar Bergman.

II

Desde hace tiempo se habla de la desaparición de los periódicos -y de los medios de comunicación-, pero lo cierto es que aun cuando sus versiones impresas están cayendo en desuso, se lee más que antes y, gracias a Internet, hay una proliferación inaudita de sitios web y portales de noticias. Los antiguos diarios están cambiando de forma, pero se mantienen.

Lo que es más: en un muy breve periodo han surgido decenas de páginas de información. El problema es que, a diferencia de otros años, éstas no se distinguen entre sí. Todas parecen ofrecer el mismo contenido y, viendo pasar los coches de derecha a izquierda, apuestan por la inmediatez de las notas y por su cantidad, pretendiendo dar las noticias antes y en mayor número, como si ello significase ser mejores.

No obstante, la reflexión lleva tiempo y la información sin una lectura propicia es lo mismo que un dato sin nexos con la realidad concreta.

Ciertamente, conocer la Vía Láctea y explorar otras galaxias es, más que un fin en sí, un conocimiento que, con toda seguridad, ayudará un día al desarrollo o a la supervivencia de la especie. Pero, en este momento, en el que me levanto de la cama y me lavo los dientes, viéndome al espejo, ¿de qué me sirve saber que hay un planeta menos en nuestro sistema solar? Si ignoro el contexto, es obvio que no me sirve de nada y que el conocimiento no tiene una utilidad en sí misma.

Con todo, si no logro comprender la relevancia que tiene la exploración de la Vía Láctea, mi vida se empequeñecerá sin yo darme cuenta y, si esa tendencia continúa y no entiendo nada del sitio que huellan mis pasos y en el cual vivo, todo me parecerá inconexo, desconectado, sin sentido, lleno de estadísticas, datos e información que nada significa.

III

Más o menos, ésa ha sido la dinámica de los medios en el estado desde que ese editor en jefe del extinto ‘Cambio de Michoacán’ abandonase su puesto en ese periódico. Su nombre: Raúl López Téllez, el periodista que -al pedir trabajos y enfoques específicos a los reporteros que tenía a su cargo- marcaba la agenda estatal y obligaba a que los otros medios publicaran lo mismo o, en caso contrario, carecieran de una parte esencial del horizonte que ese editor había visto en los datos inconexos de la realidad.

El hecho de que antiguo joven-ido-y-venido-de-Ciudad-México no comprendiera en qué consistía la faena de López Téllez no hace sino magnificar su figura; y el hecho de que la página de ese muchacho rechonchito sea una más entre las otras que brotan como hierbas de la tierra en que acaba de llover, lo evidencia.

Lo que quiero decir es que si bien no han desaparecido en Michoacán los periódicos ni los medios de comunicación, tal como se discutía hace algunos años, tal vez sí desapareció la comunicación, dejando sólo información inconexa, sin interpretación ni lectura. Eso habla de la degradación de la figura del editor.

Hay un vacío manifiesto en los contenidos de las páginas de noticias, una carencia de rigor periodístico generalizada, una falta de contrapesos ante las burdas narrativas que los gobiernos municipales o el estatal tratan de posicionar entre la población. Aunque los medios se han multiplicado, la reflexión y la crítica están ausentes, lo que es una paradoja, pues en vez de haber menos trabajadores en medios de comunicación hay más.

Y, sin embargo, hay menos periodismo, con todo lo que ello implica. La pauperización de las condiciones de vida a que los dueños de los medios someten a sus trabajadores es una de las causas de esa situación, pero también lo es el no haberse sabido adaptar a los cambios y creer que todo son ‘likes’ y vistas, y que en nuestros días ya no hay lugar para las historias y las interpretaciones del horizonte en que vivimos, que todo debe ser de tres párrafos y que el mundo no se detiene nunca.

Calma, antiguo joven, hay que volver a cruzar la carretera para percatarse de que todo ha estado siempre ahí, a nuestro lado, y que además se le suma lo nuevo. Más no aparecerá de nuevo el horizonte como algo que acaba de nacer si antes no se conoce el lugar que pisan tus zapatos.

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