Morelia, Mich., a 26 de agosto de 2022.- A 8 años de que se consumara uno de los “crímenes de estado” que más eco ha causado en el país, tratándose de la masacre de Ayotzinapa, miles de estudiantes tomaron la capital michoacana para exigir justicia por los 43 que cayeron a manos de militares y sicarios el pasado 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero.
La opacidad que aún impera en el caso provocó que miles de estudiantes -normalistas y de otras instituciones- salieran a las calles a demandar justicia y cárcel para los responsables del sanguinario capítulo que se grabó en la historia de Guerrero, cuando 43 estudiantes, todos ellos de la Normal Rural de Ayotzinapa, fueron retenidos por militares, entregados a la delincuencia y asesinados a manos de presuntos sicarios del cártel Guerreros Unidos.
Ocho años han pasado ya y las versiones oficiales, recién refrescadas ante la opinión pública por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, involucran a decenas de miembros de grupos criminales, militares, policías locales, estatales y federales.
El trágico suceso derivó en el encarcelamiento del entonces alcalde de Iguala, Guerrero, José Luis Abarca, y de su esposa María de los Ángeles Pineda, por su presunta responsabilidad en el caso, versión que fue desestimada por un juez, quien absolvió de cualquier responsabilidad a los antes mencionados, “por carecer de pruebas en su contra”.
Sin embargo, eso no alcanzó para que José Luis Abarca y su esposa quedaran en libertad, ya que también se les imputaron los delitos de lavado de dinero y delincuencia organizada.
A estas detenciones se sumó la del exfiscal general de México, Jesús Murillo Karam, acusado de desaparición forzada, tortura y obstrucción a la justicia en el caso Ayotzinapa.
Otro personaje involucrado, que buscó asilo en Israel, es el exdirector de la ya extinta Agencia de Investigación Criminal de México, Tomás Zerón, quien fue acusado por el gobierno de López Obrador de torturar a testigos en el caso, incluyendo a un integrante del cártel de Guerreros Unidos, bajo la intención de defender la versión ficticia que pretendió sembrar la administración del expresidente Enrique Peña Nieto, cuyo sentido aterrizaba en responsabilizar única y exclusivamente a la delincuencia organizada, encubriendo con ello a funcionarios municipales, estatales y federales.
Detenciones no sacian sed de justicia
Con todo y las detenciones antes referidas, donde se incluyen también ordenes de arresto en contra de 20 miembros del Ejército Mexicano, la demanda de justicia por el caso Ayotzinapa se hizo sentir una vez más en Michoacán y otras partes de la República.
En la capital michoacana, un grupo de jóvenes, normalistas en su mayoría, colapsó la ciudad mediante una marcha que inició en la salida a Pátzcuaro y cesó su andar en el Centro Histórico de Morelia.
“¡Nos faltan 43!”, fue la consigna que hizo retumbar el corazón de la capital, desde donde, con pancartas, pintas en monumentos y reclamos a la autoridad, miles de estudiantes michoacanos revivieron en fotografías a los normalistas que fueron silenciados hace ocho años.
La marcha culminó en un mitin realizado frente al Palacio de Gobierno, en medio de un reducido número de elementos de la ahora Guardia Civil Michoacán que impidió que el recinto sirviera de pizarrón de demandas y reclamos estudiantiles.
“No cesaremos hasta encontrar justicia, durante años han pretendido callar al normalismo, pero no nos vamos a callar, hoy protestamos por nuestros 43 compañeros de Ayotzinapa, mañana seguiremos luchando por condiciones sociales igualitarias”, sentenció una de las voceras del contingente.
En la manifestación no existió diferencia en las edades de quienes se sumaron, pues en sus filas también se apreciaron niños que plasmaron consignas en la acera de Avenida Madero, con la Catedral de Morelia a las espaldas y el Palacio de Gobierno de frente.
Bajo este tenor fue como se desarrolló una protesta más en memoria de los 43 de Ayotzinapa, por quienes se sigue reclamando justicia y castigo a los funcionarios, militares y criminales que tuvieron participación en el trágico hecho.