Por Omar Arriaga
Una cerveza
Fui con un amigo —con el que me reúno desde la secundaria— a ver un partido de fútbol a un bar. A mí me daba igual quien ganara, sólo quería una cerveza. Él sí simpatizaba con uno de los dos equipos.
Como siempre, parecía que el partido había sido arreglado. Perdió la escuadra a la que él le iba. Dijo que iría a otra ciudad en octubre y me preguntó si quería acompañarlo. Le comenté que no tenía dinero. “Ya está todo muy caro”, observó.
Hablamos de la inflación y de que el precio del huevo y otras cosas había subido al doble. “Por el aumento del petróleo y del gas”. “A ver cuánto dura esto”. “Esperemos que no mucho, si no negocian con Rusia están perdidos”. Acababa de pasar. Habíamos empezado a hablar de política.
Pareció molestarle mi punto de vista. Afirmó que era imposible que Rusia ganara la Guerra en Ucrania. Dijo que pronto Suecia y Finlandia entrarían a la OTAN. Argüí que Turquía vetaría su entrada y que no podrían echar del Tratado del Atlántico Norte a los turcos porque eran el segundo ejército más poderoso de ese bloque.
No me dejó decirle que de todos modos la entrada de esos dos países no cambiaría nada, porque ya contaba que había ido a ver la nueva película de Tom Cruise, ‘Top Gun: Maverick’, y que Estados Unidos era demasiado poderoso. “¿Rusia, potencia militar?”, dijo. Comenzó a burlarse de lo que le estaba diciendo, pero ¿con base en una película?
En cierto modo, esto lo escribo por él, pero sé que no lo leerá.
I. Censura, pero aún hay análisis
Medios de comunicación rusos, como ‘Russia Today’ (RT), ‘Sputnik’ o ‘Ria Novosti’, fueron bloqueados estos meses —y sus periodistas, expulsados— en diversos confines de esa entidad sin forma denominada Occidente, que incluye hasta a Japón y, para ciertas cuestiones, a Corea del Sur.
Mientras tanto, en vez de discutir y dar voz a las partes implicadas en el conflicto, los ‘mass media’ del libertario y progresista “Oeste combinado” exhibieron algo que ya se sabía: ni son medios ni comunican, salvo cuando lo que esparcen beneficia a la parte que les exige sumisión y que llevaba tres décadas organizando un choque con Rusia, desde el instante en que la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) desapareció.
Sin embargo, pese a todos los bloqueos, la comunicación ha continuado y los análisis de Michael Hudson, Pepe Escobar, Andrei Martyanov, Thierry Meyssan, Larry Johnson, Jacques Baud, el medio independiente ‘Zero Hedge’, Víctor de Currea-Lugo o, entre nosotros, Alfredo Jalife, aún ofrecen una visión alternativa del mundo de ésa que diseminan los medios tradicionales del Oeste.
II. Meyssan y la falacia ‘ad hominem’
En este hemisferio, no sé si el izquierdo o el derecho, nos enteramos gracias a Meyssan y a su Red Voltaire (“Encuentro Biden-Putin, más parecido a un Yalta II que a la capitulación de Berlín”, 22 de junio de 2021), que Estados Unidos y otros ciento quince países implicados —aunque fuera nominalmente— sufrieron una estrepitosa derrota en Siria por parte de Irán, Rusia y el país invadido del Medio Oriente, con lo que había quedado claro que la considerada primer superpotencia militar en el orbe había dejado de serlo. Luego vino otra “humillación de Occidente” en su capitulación en Afganistán, como la definió el periódico ‘El País’.
Por supuesto que de lo de Siria no pareció enterarse nadie. Tampoco la debacle estadounidense fue examinada en las noticias del “Occidente combinado”, que en vez de mostrar informes y datos, o dar argumentos, se arrojó una vez más a la yugular del periodista francés para hacer claro que era un mentiroso, distribuidor de ‘fake news’ y que inventaba información, ejerciendo así una de las más viejas falacias del debate: la falacia ‘ad hominem’.
Es decir que, en vez de brindar pruebas o evidencias que refutasen lo dicho por el analista geopolítico, los ‘mass media’ occidentales atacaban la figura de Thierry Meyssan y lo desacreditaban sin más, como si eso volviera falsa su investigación y sus explicaciones sobre los acontecimientos en Siria. Algo similar a cuando los medios dicen que tal o cual país es ‘bueno’ o ‘malo’ por supuestamente ser democrático o no serlo, o alegar que uno defiende derechos humanos y otro no.
Los derechos humanos son clave, pero lo que está en el fondo de esas ‘críticas’ es la deslegitimación de un poder político por parte de otro ante los ojos de la opinión pública, como si los sentimientos o las buenas intenciones hicieran que unas guerras fueran mejores y que unos bombardeos estuvieran más justificados que otros, sólo por realizarse bajo el subterfugio de una supuesta justicia. En el discurso todos son libertadores, en lo concreto en todas partes hay quebrantos a los derechos de la población. Por eso, lo que debe examinarse son los hechos.
III. Los Chicago Boys contra Rusia
Meses después de que Rusia comenzara a armar al régimen sirio de Bashar al-Ásad en 2012, se suscitó un misterioso golpe de Estado contra el entonces presidente de Ucrania, Viktor Yanukovych, favorable a las políticas de Vladimir Putin, el cual fue organizado por Victoria Nuland, que fungía como secretaria de Asuntos Europeos y Euroasiáticos en el gobierno de Barack Obama. No lo digo yo, lo dicen diversos especialistas, entre ellos Jeffrey Sachs en el artículo “La guerra de Ucrania es el último desastre provocado por los neoconservadores” (5 de julio de 2022).
El grupo ‘neocon’ de alumnos de Leo Strauss en la Universidad de Chicago y de Donald Kagan en Yale durante los años 70, al que pertenece Victoria Nuland y que puso en marcha la doctrina Rumsfeld-Cebrowski de la ‘guerra infinita’ para asegurarse “otro siglo estadounidense”, orquestó los conflictos de Serbia en 1999, Afganistán en 2001, Irak en 2003, Siria en 2011, Libia en 2011 y Ucrania en 2014 y 2022, todos países aliados de la antigua URSS. Es visible que cuanto ocurre en torno a Kiev no empezó el 24 de febrero de este año, pues el Estados Unidos de los ‘neocon’ tenía décadas ideando entrar en Rusia, como lo había hecho ya en la antigua Yugoslavia.
¿Los motivos? Quedarse con los recursos rusos y con su mercado interno, obviamente, pero lo más relevante: quitarle a China su fuente barata de abastecimiento de energía para después iniciar una guerra con el Reino Medio para impedir que lo destrone como nueva potencia mundial. Lo que nadie esperaba es que Rusia tuviese mucha más fortaleza de lo que parecía y que acabara mostrándose como un verdadero contendiente en más facetas que sólo la militar.
IV. Llantas ponchadas
El 26 de julio, en la página de ‘Ria Novosti’, apareció una nota firmada por Petr Akopov (“Europa lamentará no haber entendido húngaro”), en la que el primer ministro de Hungría, Viktor Orban, al que en Occidente tampoco se deja de atacar, pero por su posición política, envió un fuerte mensaje a sus coetáneos: con Trump y Merkel no habría habido guerra y habría sido lo mejor, porque contra Rusia “nunca ganas una guerra”.
Orban definió ahí que la estrategia de Occidente contra los rusos se basaba en cuatro pilares: primero, “Ucrania no está sola”, los anglosajones la apoyaron con armas y entrenamiento; segundo, se pensaba que las sanciones económicas debilitarían a Rusia y a Putin; tercero, Europa sufriría también, pero menos que Rusia; cuarto, el mundo iba a alinearse detrás de Occidente.
“En cambio, estamos sentados en un automóvil con las cuatro llantas ponchadas”, explicó el primer ministro húngaro, ya que la estrategia no funcionó: las sanciones no sirvieron; Europa está al borde del colapso económico, político y social, y los precios de las materias primas siguen aumentando; ni China ni India ni África, ni Brasil ni Medio Oriente ayudaron a Estados Unidos… “la guerra no se puede ganar de esta manera”, agregó.
Se acabó la cerveza
Es obvio que Estados Unidos sigue siendo una potencia, pero ya no tanto desde lo de Siria. Y era evidente que mi amigo no conocía a Meyssan y sí en cambio al ‘brother’ Ciro Gómez Leyva, a Chumel Torres o a la CNN.
Iluso, le pregunté si había leído algo sobre el tema del que tan encabronadamente hablaba. La pregunta me salió también con un tono burlón. “No he leído nada ni me importa”. Ahí sí me prendí, lo confieso. “¿No has leído nada y estás aquí chingando con cosas que ni sabes?”. Tom Cruise no iba a venir a salvarlo. Te
Aun cuando pensó que el Rusia-Occidente era también un partido de futbol en el que debía irle a alguno de los dos, me dijo que no le importaba nada de eso de lo que estaba alegando, que no se iba a poner a leer y que eso no le afectaba.
Le comenté que sí, que quizá la guerra no causaba la crisis económica, que ésta había empezado antes, antes incluso de la pandemia, pero que si Occidente se negaba a comprar el petróleo y el gas de Rusia, por mucho que se combatiera la inflación los precios de las cosas no iban a bajar. Y eso te afecta, nos afecta a todos, estamos pagando la inflación de Estados Unidos, todo está en dólares.
Nos tranquilizamos un poco. Me preguntó que por qué me prendía. ¿Tú para qué alegas? Pagamos cuando se nos terminó la cerveza. ¿Hacia dónde vas? Hacia acá. ¿Y tú? Hacia este lado. Nos despedimos. No lo he vuelto a ver, pero me mandó el link de una nota que decía que los turcos habían aceptado a Suecia y a Finlandia en la OTAN. Gol de Occidente, pensé.
Al siguiente día, sin embargo, el primer ministro sueco negaba los compromisos que según Erdogan habían alcanzado. Gol anulado por el VAR, creí escuchar a lo lejos. El partido está arreglado. Aún el Meclis (Parlamento) de Turquía no ratifica el acuerdo. Pero bueno, si mi amigo leyera, le diría que aun con su inclusión en el bloque militar, eso no cambia nada. Estados Unidos ha comenzado a perder su puesto, y aunque no lo ve ni lo lee la gente, lo están viendo los demás países, quiero decir, el resto de gobiernos.
Hace unos días vi ‘Top Gun’. No voy a hacer una análisis de la película que, para los estándares de Hollywood, está bien hecha. He de decir, sin embargo, que es pura propaganda. Pero incluso el filme resulta nostálgico, como si quienes la hicieron se dieran cuenta de que ya nada es lo que era.
Hasta esa película parece el canto del cisne: se termina la carrera de ese actor que la protagoniza; aun más importante: se termina la hegemonía de Occidente. Y no me da igual quien acabe ganando.