Por Clarissa A. Guzmán Fuentes
El 3 de junio se conmemora el día Mundial de la Bicicleta, un reconocimiento al medio de transporte que está en uso desde hace dos siglos. La bicicleta es un transporte sostenible, sencillo, asequible, ecológico y su uso beneficia la salud de los usuarios. También, forma parte de le emancipación de las mujeres en el espacio público y de las formas de vestir.
Las mujeres empezaron a utilizar la bicicleta en Europa a finales del siglo XIX para recorrer grandes distancias y conocer nuevos lugares, teniendo como motor sus mismos cuerpos. Esto generó un sentido de independencia para las mujeres, ya que en una época de carruajes y donde la división sexual del trabajo estaba en su esplendor, aunado a que las mujeres no podían salir sin compañía de un hombre —de acuerdo con los estándares sociales— la bicicleta se convirtió en una herramienta de autonomía y reivindicación de los derechos de las mujeres (Almagro, 2020).
En las últimas décadas, el uso de la bicicleta ha ido en aumento como una alternativa al automóvil, ya que es un medio de transporte que permite evitar el caos vial y resulta ser menos costoso y más accesible. No obstante, para las mujeres estos cambios en los modos de movilidad han sido más complicados. Las mujeres y hombres tienen diferentes formas de movilizarse: rutas, labores y medios de transporte. Estos patrones de movilidad están relacionados con los roles de género, en donde la mujer se ve segregada y poco favorecida con las condiciones de transporte existente, limitándola en oportunidades laborales y sociales y colocándola en desventaja. Hay cuatro elementos que caracterizan la movilidad de una mujer (Díaz y Rojas, 2017):
•Realizan más de un viaje al día. Su patrón de viajes es más complejo que el de los hombres
•Menor acceso a vehículos privados.
•Alta dependencia al transporte público.
•Alto número de viajes a pie.
La bicicleta es una propuesta de movilidad, sin embargo, las barreras físicas, sociales y económicas coadyuvan a que exista un menor número de mujeres ciclistas. La falta de infraestructura ciclista y el diseño están orientados a los viajes de una sola persona, dejando de lado a las personas cuidadoras, en este caso, las mujeres que cuidan, que llevan infantes en bicicleta, sillas para infantes o remolques. La seguridad y calidad de la infraestructura condiciona, en gran medida, la decisión de las mujeres de utilizar o no la bicicleta. De ahí que se considere urgente la apertura y visión de viajes que incluyan a más de una persona.
Entre las razones por las cuales las mujeres no utilizan la bicicleta como medio de transporte está la situación de inseguridad en el espacio público, reflejado en el acoso sexual por parte de hombres ciclistas o automovilistas. A esto, se agrega la ridícula creencia social de que las mujeres se ven poco femeninas en bicicleta, o porque según “carecen” de habilidades motrices para manejarlas o mecánicas para repararlas. Estas ideas, evidentemente, se relacionan con estereotipos guiados por los roles de género y la resistencia de las mujeres al estar en el espacio público.
En este sentido es importante reconocer que se necesita mayor visibilidad de las mujeres en bicicleta: rodadas de solo mujeres, talleres de mecánica para mujeres, bici escuelas enfocadas solamente a la emancipación e inclusión de las mujeres en el ciclismo. La bicicleta fue una herramienta que reivindicó el movimiento feminista, marcó una era en la emancipación y la búsqueda de los derechos de las mujeres; y actualmente es una herramienta que moviliza mujeres en todo el mundo, por lo que es necesario crear y diseñar movilidad ciclista con enfoque de género.