#RepresentaTuOpinión | Una ciudad de hombres para hombres

Por Clarissa A. Guzmán Fuentes y Miguel Ángel Martínez Ríos

Las ciudades tienen género y es masculino. Hay muchos temas sobre género y feminismo que afortunadamente están tomando relevancia a pesar de ser incómodos para muchos. Ante ello, la reflexión no debe ser coyuntural, sino estructural, sobre todo entre nosotros los hombres. Los privilegios de los que hemos gozado desde que prácticamente nacimos nos han creado una distorsión y normalización de la realidad y de lo que creemos merecer y la supuesta igualdad a la que queremos llegar.

Hemos reproducido las desigualdades y violencias porque son favorables a nosotros y también las encubrimos con argumentos tan falsos e inverosímiles como las del capitalismo y la libertad económica con la capacidad individual de producir bienestar. El machismo como problema estructural y el patriarcado como un uso de poder de los hombres para beneficiar a otros hombres, es un tema que puede trasladarse a una dimensión que pocas veces se ha cuestionado entre los mexicanos, la espacial y territorial. Producimos espacios que no son para mujeres, sino para hombres. Una de las construcciones más fuertes es la ciudad, no sólo en términos materiales, también simbólicos, políticos y económicos. Las ciudades son diseñadas y concebidas para hombres y con un perfil específico que ahonda las asimetrías de poder.

Como primer punto, es importante decir que la ciudad no es neutral, no incorpora las experiencias, necesidades y diversidades que existen entre la población. Se tiene como modelo y objetivo de políticas al hombre blanco heterosexual funcional, lo cual excluye a otros cuerpos de habitar las ciudades. El diseño y la arquitectura forman parte de cómo se vive la ciudad, los cuales están centrados en la producción capitalista y se ignoran las actividades reproductivas (cuidar hijos/ancianos, labores domésticas, comprar alimentos) que, como menciona Silvia Federecci, no son acciones remuneradas, sin embargo, sostienen el modelo neoliberal. 

La configuración androcéntrica de la ciudad ha universalizado las experiencias de hombres y mujeres como iguales. La vida cotidiana de una mujer no es la misma que la de un hombre. Las mujeres realizan más de un viaje al día debido a las tareas de cuidado, un ejemplo de ello: una mujer trabajadora y/o madre de familia realiza un viaje a su trabajo, lleva a los hijos a la escuela/guardería, compra la comida, sale del trabajo y recoge a los hijos, si hay un familiar enfermo lo atiende, lleva a los hijos a actividades extracurriculares; a esto hay que agregar que también son violentadas durante estos trayectos, también toman rutas alternas para evitar espacios inseguros, en cambio los hombres realizan solo un viaje —de la casa al trabajo y de regreso— y muchas veces en condición de privilegio. 

Además, es importante mencionar que las mujeres en su mayoría realizan estas actividades a pie, a diferencia de los hombres que utilizan el automóvil para su trayecto. Esto permite abrir algunas preguntas de reflexión: ¿Cuántas veces la ciudad no ha tenido el equipamiento suficiente para que las mujeres puedan acceder? ¿La ciudad permite satisfacer las necesidades de las mujeres? Estas preguntas engloban diferentes factores que se pueden ver tan simples como el acceso a un baño para cambiarte una toalla menstrual, hasta ser acosadas por hombres o ser asesinadas.

La ciudad no está pensada para las mujeres, para infantes, ancianos o personas con discapacidad, por lo tanto, es importante el reconocimiento de que las necesidades no son las mismas para la población. La diversidad y la relevancia de que el espacio público cubra estas deficiencias es clave para materializar el derecho a la ciudad.

Desde un enfoque feminista, se puede observar la ineficiencia que presenta al sistema capitalista para el cuidado y brindar derechos a sus habitantes. Desde las condiciones económicas, políticas, educativas y de salud, se ponen en evidencia la falta de acciones y enfoques que se están obviando porque están construidos por hombres. Un ejemplo claro es el espacio físico urbano, la construcción de grandes edificios, carreteras y túneles, que son infraestructura para el automóvil (vehículo utilizado principalmente por hombres). Se enfocan en las actividades de intercambio, mercantiles, ignorando otras, que son clave para el sustento de la vida diaria y que sin ellas el modelo actual no lo lograría.

La propuesta de una ciudad feminista está enfocada en crear espacios urbanos inclusivos y equitativos, en donde la diversidad sea visible y reconocida, tanto de la sociedad como de los territorios. Es importante nombrar las diferencias, ya que de ahí se parten formas de construir y crear lugares de calidad. Parte de esta propuesta de ciudad es poner las labores del cuidado en el centro de la vida diaria; hacer un reconocimiento de la cotidianidad la cual  es diversa y fomentar la creación de espacios desde una escala barrial, en donde la variable de proximidad sea la fuente de construya espacios accesibles, con servicios, infraestructura y diseño de calidad y permita el habitar libremente.

Las mujeres subsidian millones de pesos al Estado con las labores del cuidado, por ello, la ciudad feminista las coloca en el centro, para avanzar en ciudades que permitan cuidar a las mujeres y diversidades. Parte crucial es entender que la dimensión simbólica del espacio privado/doméstico, se extiende al espacio público y viceversa. El desaparecer las dualidades de público-privado, permitirán ver los matices y conexiones entre espacios en los cuales estamos inmersos constantemente y permitirá borrar esta creencia sobre la asignación de roles por género.

Construir los espacios que recogimos en este texto es uno de los grandes retos del movimiento feminista. Sin embargo, no sólo hará falta la voluntad de mujeres, colectivas y organizaciones que buscan incidir políticamente para que sean posibles. La labor desde las esferas de decisión deberá marcar una pauta, porque hombres legislan para hombres, deciden y ejecutan políticas para sí mismos y los espacios de representación aún están lejos de dejar de ser cuotas. El reconocer la lucha de las mujeres por sus derechos, da cuenta de las deficiencias y necesidades del sistema actual. Las ciudades son un reflejo de ello, que permea diariamente en nuestros cuerpos, en nuestras formas de movernos y de habitar las urbes. Existe una deuda histórica para nosotras, por eso, la lucha sigue.

Autores:

Clarissa Armida Guzmán Fuentes*

Miguel Ángel Martínez Ríos**

*Feminista y activista. Es licenciada en Ciencias Ambientales por la UNAM Campus Morelia y actualmente cursa la maestría en Estudios Regionales del Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora. Ha participado en distintas actividades como seminarios, encuentros y conversatorios en relación con el estudio de las ciudades desde una mirada feminista. Ha formado parte de distintos colectivos y es co-fundadora de la colectiva Ambientum Fem. Sus temas de interés giran en torno al feminismo, espacio público y movilidad.

** Es licenciado en Ciencia Política y Administración Pública con una especialización en Negociación y Gestión de Conflictos Políticos y Sociales por la Universidad Nacional Autónoma de México. Cuenta con una Maestría en Estudios Regionales por el Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora y en Demografía Social por la UNAM. Su labor investigativa se basa principalmente en temas de urbanismo y acceso diferenciado a servicios públicos entre la población de las ciudades. Adicionalmente es columnista en otros medios de comunicación. 

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