Morelia, Mich., 14 de mayo de 2022.- “El padre Huerta manoseaba mis genitales, besaba mis labios e introducía su lengua dentro de mi boca, frotaba los genitales hasta que él eyaculaba. Tomaba mis manos y las conducía hasta sus genitales, todo esto con una intención manifiestamente libidinosa”.
Así inicia el relato que Milenio da a conocer sobre el abuso sexual de parte de un sacerdote mexicano contra un adolescente en Venezuela.
Hace unos días, la orden de los paulinos –una pequeña congregación que no supera los 70 integrantes en México– anunció que, luego de 20 años de ocurridos los hechos, el religioso Juan Arcadio Huerta Ibarra fue separado de la iglesia católica.
“Nuestra organización Spes viva AC., derechos de la infancia, informa que se ha hecho oficial la salida del ministerio sacerdotal de Juan Arcadio Huerta Ibarra, quien asimismo ha sido separado de la comunidad religiosa Sociedad San Pablo. Esto fue informado mediante una comunicación directa fechada el 12 de mayo y firmada por el secretario general de esa orden religiosa, dirigida a nuestro compañero de organización José Leonardo Araujo Araque, quien fue víctima de abuso sexual por parte de Huerta Ibarra hace dos décadas, cuando Araujo tenía 13 años de edad en Mérida, Venezuela”, señala un escueto comunicado.
“Esta salida de Huerta Ibarra del sacerdocio se produjo luego de un largo y penoso proceso penal administrativo, ventilado mediante los mecanismos canónicos de la Iglesia católica, a raíz de una denuncia por abuso sexual interpuesta por Araujo Araque hace 3 años”.
El sacerdote estuvo refugiado en México desde hace tres años y se le veía conviviendo con jóvenes seminaristas, según pudo constatar esta reportera en agosto del 2019, durante un evento religioso en la Basílica de Guadalupe.
Dieciocho años después de haber sufrido los abusos sexuales por Juan Huerta quien tenía en ese entonces 46 años de edad, José Leonardo Araujo Araque decidió denunciarlo tras sufrir una serie de malestares físicos y emocionales.
El venezolano contó a las autoridades eclesiásticas que padeció llanto, dolencias físicas, insomnio y ansiedad. También le diagnosticaron “un estado depresivo mayor con una pronunciada ideación suicida”. Intentó quitarse la vida en dos ocasiones.
Fuente: Milenio