Por Ar Mendoza
A lo largo de la historia moderna, Michoacán ha sido un Estado lleno de luchas, de cambios, de revolución y de transformaciones democráticas. En la entidad se gestaron batallas por la igualdad, la equidad y la justicia. No es casualidad que todos los días la capital esté en movimiento.
No podríamos imaginarnos un Michoacán sin marchas, movilizaciones, protestas, gritos y agitación. Sin embargo, desde la lejana década del 60 ha existido una opresión por parte del “sistema”, ese sistema que tiene como brazo duro y ejecutor a los diferentes mandos policiacos.
Desde el norte hasta el sur de la República Mexicana, vemos inoperancia, prepotencia e incompetencia dentro de los poderíos de seguridad. En Guanajuato, nuestro Estado vecino; la Guardia Nacional privó de la vida a un joven estudiante en Irapuato, donde murió tras un impacto de bala en la cabeza por supuestamente no detenerse en un operativo.
Sin ir más lejos, en la capital michoacana dentro de las manifestaciones del 8 de marzo (Día Internacional de la Mujer), la Policía de Morelia, sin protocolo alguno, golpeó a las manifestantes que se encontraban protestando a las afueras del primer cuadro de la ciudad, exhibiendo así, su falta de capacidad y su autoritarismo respecto a situaciones de crisis.
Lo anterior no sólo golpea de manera directa a una sociedad que vive día a día un incremento significativo de la violencia por la descomposición del tejido social y por la ausencia de autoridades que den resultados, sino que también sacude políticamente a los gobiernos en turno.
En el caso del edil moreliano, Alfonso Martínez Alcázar, su nivel de aprobación es del 27.2 por ciento, según la casa encuestadora Mitofsky, en su ranking de alcaldes mexicanos, ubicándolo en el lugar número 92 de cien alcaldes evaluados.
Asimismo, la capital michoacana incrementó su percepción de inseguridad en el rubro de conflictos y enfrentamientos según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) durante el primer trimestre del 2022.
No es casualidad que el discurso del edil capitalino gire en torno al supuesto abandono de la Policía de Morelia por parte de la administración pasada. Algo visto únicamente como un pretexto para justificar el actuar de la institución policiaca.
Entre razers, cámaras costosas, camionetas y nuevas unidades, Alfonso Martínez pretende limpiar la imagen de la Policía de Morelia, pero dicen en mi tierra que, aunque “la mona se vista de seda, mona se queda”, por lo que el intento por mejorar la seguridad de la capital michoacana radica más en una aceptación política que en disminuir los crímenes que aquejan a la ciudad.
Así pues, desde la federación hasta los municipios, las autoridades policiacas no tienen la aceptación de la ciudadanía, son instituciones desgastadas y por ende inoperantes en un país donde la inseguridad crece a pasos agigantados y en donde las autoridades pretenden hacer creer a sus representados que con el incremento de elementos de seguridad disminuirá la delincuencia.
No sin antes olvidar, que todo es política, elecciones y percepción antes que resultados.