Clarissa A. Guzmán Fuentes
¿Cuántas veces hemos visto fotos de reuniones internacionales donde solo aparecen hombres? o ¿Cuántas veces vemos reuniones sobre temas de los recursos energéticos, económicos, de seguridad o desarrollo urbano y solo están hombres? En algunos casos hay una o dos mujeres, sin embargo, las “decisiones importantes” las siguen tomando hombres. Los cargos que tienen una relación con dinero y poder son asignados a los hombres; en cambio, a las mujeres se les asignan los cargos de trabajo social como los temas de cultura, protección infantil, turismo, protección familiar, educación y juventudes, por mencionar algunos. No es una constante, pero sucede. Si bien se exige una cuota de género del 50/50 en los distintos niveles de gobierno, lo cual es un gran avance, esto no es sinónimo de repartir equitativamente cargos.
Con ello se observa cómo la creencia de que las mujeres somos las cuidadoras permea en la administración pública, ya que se vuelven asignar espacios en función del género, colocando a los hombres como proveedores y vigilantes del bien común y a las mujeres como las protectoras de la población. Afortunadamente estos estereotipos se han ido rompiendo a lo largo de la historia y en diversas latitudes. Podemos ver muchas mujeres presidentas, gobernadoras, secretarias de seguridad, de finanzas, lidereando proyectos urbanos y de medio ambiente, pero siguen siendo casos contados.
Cuando veo encuentros, cumbres o gabinetes donde los hombres son mayoría, pienso ¿y sabrán cómo esto nos afecta a las mujeres? ¿tendrán presente que cualquier problemática que retomen no afecta de la misma forma a mujeres y disidencias que a hombres? porque es muy cómodo hablar desde la generalidad, pero es reduccionista. Por lo tanto, que los hombres construyan ciudades, proyectos y tomen decisiones desde su privilegio de hombres, desde el cobijo del sistema, desde la protección de las creencias y la cultura por ser hombres, habla de un gran sesgo de la realidad y, como consecuencia, el hecho de que se excluya a más de la mitad de la población resulta inquietante.
Es por tal motivo que las representaciones son importantes. En este caso, las representaciones de mujeres lo son. Por un lado, permiten que más generaciones se vean reflejadas en estos puestos, que se borre esta creencia de que las mujeres cuidamos, y que no somos capaces de decidir o dirigir; y, por otro, que exista diversidad en la toma de decisiones permite una mayor inclusión, crea un panorama más amplio y abre espacio para la diversidad de los territorios. Es momento que dejemos de proyectarnos en hombres y que ellos se empiecen a proyectar en nosotras, que existimos y resistimos.
Con esto no quiero decir que los hombres no deban estar en estos cargos, pero sí es un llamado a tener mayor apertura y participación de mujeres en estos espacios de decisión porque es fundamental para crear una sociedad más equitativa y justa.