Por: Clarissa A. Guzmán Fuentes
Morelia, Mich., a 14 de marzo de 2022.- El 8M en México fue un día de gritos, abrazos, flores, estampidas, policías, arrestos y gas lacrimógeno, en eso se podría resumir el Día Internacional de la Mujer. En Morelia inició con la colocación de vallas para proteger a los monumentos e inmuebles históricos, adornadas con definiciones de lo que para ellos es ser feminista; seguido de los discursos de afirmación por la “infiltración de personas” en las marchas feministas; la señalización y acusación de violentas a colectivos feministas; y culminando con un ataque a mujeres, madres y niños durante la marcha.
Lo último resulta un hecho lamentable, pues hasta la fecha ninguna autoridad ha comentado al respecto: ni el gobernado Alfredo Ramírez Bedolla, ni el presidente municipal Alfonso Martínez Alcázar y mucho menos las instancias de mujeres como SEIMUJER e IMUJERIS. Esto, por supuesto, ha generado indignación por parte de las mujeres morelianas, colectivas feministas de México y Latinoamérica e instancias internacionales como la ONU.
Pero ¿Qué paso el 8M en realidad? Y no me refiero a los efectos de las decisiones de dos hombres conservadores (mencionados anteriormente) que pusieron en peligro a miles de mujeres, sino a todo lo que realizaron la diversidad de mujeres previamente y durante este día. Por ello, es importante dar el reconocimiento a todas las mujeres que organizaron la logística para las marchas, los preparativos y dinámicas correspondientes para el evento. También, reconocer las actividades que mujeres realizaron de manera virtual para las que no pudieran asistir a la marcha, como espacios de reflexión para compartir experiencias y vivencias, eventos de aprendizaje teórico y conversatorios organizados por colectivas y grupos académicos. El espacio público y el espacio virtual estaban en movimiento, ambos se pintaron de morado y verde.
Por un lado, en el espacio público, una marcha histórica con más de 10 mil mujeres, la cual tuvo diferentes rutas, congregó mujeres de todas las edades, que son madres, hijas, infantes, hermanas, amigas, mujeres trans y personas no binarias; familias víctimas de feminicidio, mujeres víctimas de violencia, reporteras y periodistas e incluso animales de compañía. Con lonas y carteles compartían peticiones, frases de felicidad, de enojo y visibilidad de violencia; con gritos, consignas de lucha, de queja y enojo; con pintura en las calles se transmitió la rabia, la incomodidad y la prevalencia de la lucha feminista. Eso es lo que pasó el 8M.
Por otro lado, el espacio virtual dio lugar a eventos en donde se conjuntaban mujeres de diversas latitudes a compartir experiencias, ideologías y posturas; eventos para hacer juntas un cartel con ayuda de mujeres artistas y subirlo a las redes; encuestas de colectivas; clases de yoga e invitación a leer a mujeres escritoras. Eso es lo que en realidad pasó el 8M en Morelia. Y eso pasa todo el año, por eso decimos que el 8M es todo el año, porque durante los 365 días nos organizamos todas, por nosotras y para nosotras, no paramos, ni vamos a parar, estamos siempre alertas.
Lo que pasó en Morelia es el trabajo que hay detrás a este día, lo que en realidad es el 8M, la lucha y conmemoración de este día y no la violencia patriarcal que ejerce el estado de Michoacán. Es por ello que cada año hay más mujeres que salen a gritar, lo cual muestra el hartazgo y la necesidad de abrazarnos entre nosotras, de saber que no estamos solas. A manera personal me gustaría mencionar que para varias fue su primera marcha y quiero darles la bienvenida: ¡las estábamos esperando! Con ustedes somos más y todas juntas vamos a tirar este sistema machista y opresor.