Por: Clarissa Guzmán Fuentes
Morelia, Mich., a 03 de febrero de 2022.- Las ciudades actuales no están pensadas para satisfacer las labores del cuidado. La configuración de las ciudades asigna especificaciones a los espacios, enfocándose principalmente en la división público – privado; esta división se encarna en la asignación de espacios de acuerdo con los roles de género, colocando a los hombres en el espacio público (actividades productivas) y a las mujeres en el espacio privado (actividades de cuidado y domésticas). Esto acompañado de ideologías y valores que se han construido sobre qué es ser hombre y mujer.
La planificación y diseño urbano están estructurados para priorizar las actividades productivas, mientras que margina otras a la espera de su resolución automática. Las actividades reproductivas o labores del cuidado son aquellas que tiene lugar principalmente en el hogar; buscan satisfacer las necesidades alimenticias, de salud y, organizativas de un grupo, principalmente la familia. Estas actividades son vitales para la vida y no serían posibles si no fuese por las mujeres que dedican tiempo y energía, principalmente por la división sexual del trabajo.
Durante la pandemia del COVID-19, que ha azotado a todas las ciudades del mundo, se han echado andar medidas restrictivas para prevenir contagios en los espacios públicos de abastecimiento como: centros comerciales, tiendas y supermercados. Una de ellas ha sido prohibir la entrada a menores de edad o menores de 12 años, esto con motivo de cuidar a la población más joven y evitar la propagación del virus. Ante esto me surge la siguiente pregunta ¿quién propuso estás medidas restrictivas? ¿fue un hombre acaso? Y no por demeritar las estrategias, sino porque estas medidas no están pensadas en las mujeres.
Las mujeres son las principales encargadas de las labores del cuidado, cuidan a infantes o bebés, los cuales tienen que llevar consigo porque no pueden cuidarse por sí solos, por lo tanto, los llevan a donde quiera que se desplacen y, el negar el acceso a menores es negarle el acceso al espacio público a las mujeres. Muchas mujeres no cuentan con el apoyo de una pareja o familiar que les cuide a sus hijos e hijas, esto muestra una complicación más para poder realizar sus actividades. No hay facilidades para las mujeres en tiempos de crisis, se vuelve acorralar a las mujeres al espacio privado, a la casa.
Es importante reconocer y entender que las mujeres y los hombres no habitamos la ciudad de la misma forma, todo lineamiento o restricción que se proponga o se ejecute, tiene repercusiones diferenciadas por los roles de género. Las mujeres deben buscar nuevas estrategias para lograr el acceso a estos espacios donde están los insumos vitales ¿y qué hace la ciudad para facilitar el acceso?
La pandemia fue y ha sido un reto para toda la población, sin embargo, no hay que olvidar que para otras es aún más difícil. Esto me recuerda una frase de la filósofa Simone de Beauvoir: “no olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados”.
Debemos cuidar a quien nos cuida y, por lo tanto, debemos ayudarlas a que sus actividades y trayectos sean más fáciles. Todas las personas dependemos del tiempo que estas mujeres nos dan, por las cuales la gran mayoría de las actividades productivas no tendrían cabida si no estuviera una mujer realizando estas labores. Desde lo que se puede pensar que es “lo más simple”, como hacer de comer o limpiar la casa, genera un ahorro de tiempo, dinero y energía al funcionamiento del modelo económico. Sin las labores del cuidado, el sistema económico no podría seguir.