Por: Clarissa Guzmán
Morelia, Mich., a 22 de enero de 2022.- En semanas pasadas, los grupos transportistas de la ciudad de Morelia propusieron un aumento de tarifa a 11 pesos, solicitud que se realiza aproximadamente cada tres años debido al aumento de gasolina y otros insumos necesarios para los vehículos. Claramente se entiende el trasfondo de la propuesta del pasaje, sin embargo, el descontento generalizado por parte de la ciudanía gira en torno a la deficiente calidad del servicio de transporte, tanto de los vehículos como de sus operadores.
La combi es el medio de transporte público más utilizado en la ciudad, pero con unidades muy antiguas. Al no contar con el mantenimiento adecuado, las combis desprenden olores desagradables y peligrosos para los usuarios (gasolina) y las llantas se observan lisas impidiendo el frenado seguro al momento de transitar. En algunas unidades, las ventanas se encuentran bloqueadas con objetos para evitar que las personas las abran y circule el aire, factor que resulta alarmante ya que seguimos en pandemia y es esencial la ventilación en espacios cerrados. Ni hablar de lo excluyentes que son para las personas con discapacidad, para las personas con cuerpos grandes y/o altos y, sobre todo, para las personas de la tercera edad que por su condición se les dificulta subir y bajar de las unidades.
En esta exclusión están las mujeres, las cuales son las principales usuarias del transporte público en el país, las que caminan la ciudad y las que, debido a la asignación de roles de género, se les consignan las tareas domésticas y de cuidado; es decir, las labores del hogar: llevar y recoger a los hijos de la escuela, ir al banco, comprar víveres, cuidar personas de la tercera edad, cuidar algún familiar en el hospital, y todo esto lo realizan caminando o en transporte público. Las combis y su estado físico condicionan si las mujeres usan o buscan otra estrategia de movilidad.
Pongamos un ejemplo: una mujer va al mercado a comprar víveres, pasa al banco, pasa por sus 2 hijos a la escuela y va de regreso a su casa con bolsas del mandado y cuidando a 2 infantes. De inicio tiene que pagar 33 pesos por los tres, más su viaje de ida son 44, no olvidar si les toca de pie, con mochilas y bolsas, además de hacer malabares para no caerse. A esto hay que agregarle la forma de manejar del operador quienes hacen “carreritas” con otra combi para ganar un pasaje o pasarse los altos, topes y baches, con el riesgo latente de chocar o generar un accidente e incluso lesionar a alguna persona pasajera; sin dejar de lado el acoso que hay hacia las mujeres por los mismos operadores.
Este punto en particular ha tomado fuerza en las últimas semanas en nuestra ciudad, pues se han presentado diversas denuncias, por parte de usuarias, hacia choferes y usuarios hombres en distintas rutas en Morelia por motivos de acoso sexual y lenguaje lascivo, lo que evidencia la inseguridad en la movilidad de las mujeres. Entonces, la mujer del ejemplo anterior, además de todas las actividades descritas, debe estar alerta de no ser acosada o de aguantar a un hombre con comportamientos sexuales inapropiados, y por todo eso hay que pagar 11 pesos ¿eso es una movilidad justa para las mujeres? Un operador no nos garantiza llegar a salvo a nuestros hogares, trabajos o escuelas, pero sí es cómplice de la estructura patriarcal que invisibiliza las violencias que sufrimos las mujeres diariamente en nuestra movilidad. Si las ciudades las caminamos nosotras y somos las que más utilizamos el transporte público, entonces debemos formar parte del diseño de rutas, de las estrategias de acción y de las capacitaciones que se realizan a los operadores.
Por supuesto que es completamente normal que la molestia ciudadana exista por el aumento de la tarifa, pero parece que los transportistas se burlan de nosotras, cuando el servicio es deplorable y los costos no reflejan lo que tenemos que pagar las mujeres al ser ésta nuestra única opción de movernos por la ciudad.